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viernes, 24 de abril de 2015

¿Qué comías cuando eras niño? Cuestionario tragón http://ift.tt/1Jl2Yr3 Era una travesura echarle papitas al sándwich escolar. El ritual se repetía cada recreo, hasta que el estómago aguantara. El Boing de triangulito se congelaba y se abría por la esquinita, se le echaba Miguelito de polvo y líquido a los Cazares (gastritis segura) y los raspados de colores radioactivos se antojaban, sobre todo cuando hacía calor (las labios pintados eran delatores). Esas y más combinaciones son una máquina del tiempo para ir a la niñez mexicana. Generaciones más, generaciones menos. Ser niño te remonta a eso que comías. Decidí preguntarle a Carlos Bautista (@alguiennomas), Julio Martínez Ríos (@MartinezRios), Adriana Vizcaino (@curiogastro), Laurette Flores (@LauretteFloresB), Raquel del Castillo (@Raquel_Pastel), Adriana Silvestre (@eidriana), Jacqueline Benítez (@jmariabenitez), María José Morr (@Majomorr), Hilel Bistre (@bistrebistro) que son varios tragones de diferentes ámbitos profesionales sus memorias comilonas de la infancia. 1. ¿Qué te gustaba comer de niño? Julio: Milanesas, crema de frijol y agua de limón. Pollo en tomillo. Mi mamá hacía pancita y suadero en ocasiones especiales. Hilel: Creo que soy raro, pero una sopa agria estilo árabe que hace mi mamá y las milanesas de ternera. Raquel: Me gustaba el queso derretido, ver cómo se fundía en el sartén o en el micro era muy divertido. Me gustaban los hotcakes que me hacía mi papá los fines de semana, la sopa de conchitas de pasta y el spaguetti que preparaba mi abuela en salsa de jitomate con muuuuucho queso. Era muy esperado en sus cenas de los sábados. Los helados con fruta y los chocolates. María José: Me encantaban las arepas con mantequilla, queso y aguacate.  Para el colegio por lo general llevas arepas con queso y mantequilla.  Mi mamá me hacía jugo natural de naranja. Carlos: Recuerdo que me gustaba desayunar y cenar con mi papá: huevos rancheros con mucha salsa picante, quesadillas de harina con jamón y salsa Tabasco, hot dogs con mucha mostaza y malteadas de chocolate. Adriana Silvestre: Arroz rojo a la mexicana. Mi mamá lo hacía con un chile cuaresmeño que cortaba un poco para que se desjugara así que siempre picaba un poco. También hacía arroz blanco acompañado de rebanadas de plátano macho fritas, a las que les untábamos crema. Laurette: Mi mamá es gringa así que de sus platillos me encantaba el  mac & cheese y el grilled cheese sandwich. Adriana Vizcaíno. Me encantaban los chocorroles, el pay de piña de cierta marca muy conocida y los frijoles refritos de mi abuelita. Jaqueline: Pollo frito, arroz y habichuelas o sándwich cubano (soy de Puerto Rico). 2. ¿Sigue gustándote eso que comías cuando eras pequeño? J: Muchísimo. H: Sigo siendo fan de los dos platillos, en especial la sopa. R: Mucho, me gustaría que mi abuela aún viviera para que me diera sopa de pasta, desde entonces ya no la como con el mismo gusto. M: Sigo comiendo arepas pero sin mantequilla y de vez en cuando.  Me cuido la alimentación bastante. Ahora mis desayunos son con avena orgánica cruda y yogurt. Muchas verduras y proteína. C: Claro, de sobra sabes que soy un tragón consumado. AS: Sí, el arroz en todas sus presentaciones. L: No, ya no me gusta el mac & cheese (solo el de The Capital Grill) y el grilled cheese sandwich lleva queso amarillo tipo americano que ya no me gusta ni ver. AV: No, ya no me gusta la comida chatarra. Extraño los frijoles que hacía mi abuelita. Y ahora me descubro comiendo cosas que odiaba de pequeña como el brócoli, las espinacas o la coliflor,  por ejemplo. JAQ: Sí y no lo como porque no encuentro los elementos para hacerlo como en mi país. 3. ¿Qué llevabas de lunch a la escuela? ¿Te gustaba o eras de los que robaba el sándwich a tus amiguitos? J: Sándwich diario. Jamón, queso, no le ponían jitomate para que no se humedeciera. Nos daban poco dinero para comprar en la cooperativa escolar. No era un hábito, no se veía como algo necesario. Nunca robé la torta ajena, pero sí participé en intercambios. Eso me hizo entender que había formas distintas de interpretar la misma idea. Ningún sándwich sabía igual. Cada uno era emblema de su propia casa, de su propia cultura. H: Casi siempre era sándwich de jamón,  queso, mayonesa, mostaza, jitomate y aguacate. Te doy los ingredientes porque  muchos de mis compañeros comían más simples. Aparte dejé de llevar lunch como a mis 10 años. R: Llevaba jícamas, pepino, zanahoria con chilito y limón, sándwiches y agua de limón o jamaica (que si no me la tomaba se asoleaba y sabía horrible, es un aroma que aún si lo traigo a la memoria me choca). Me gustaba mi lunch, más cuando traía un pequeño postre. M: No solía robarle la lonchera a nadie. C: Me ponían, por lo regular, el clásico sándwich de jamón que, o terminabas cambiando por otra cosa o de plano ni te lo comías y aparecía mohoso dos días después en la mochila. Lo más cotizado (en mi generación) eran las marinas de mole o las rebanadas de pastel. AS: Siempre llevaba un sándwich con mayonesa, mostaza, jamón y queso panela. Yo hubiera preferido una torta de guisado, como de albóndigas con arroz o de huevo con salchicha, pero nunca me robé una, ¡ja! L: Mi mamá siempre me ponía peanut butter and jelly sándwich. Llegó un punto en el que estaba muy harta de eso y sí le robaba a mis amiguitos. AV: No recuerdo llevar lunch. Compraba unas papas y refresco con el dinero que me daban mis papás. Y no, nunca me robé el sándwich de mis amigas. JAQ: Galletas y sándwich. Compraba en la cafetería. 4. ¿Tus papás te daban de comer de todo o comías antojos a escondidas? J: De todo. Una de sus ideas más bonitas es que una persona educada era la que probaba todos los sabores. Eso me hizo ser un niño gordito en sexto de primaria. El metabolismo adolescente me rescató. H: Mis papas siempre me dieron de comer, lo que recuerdo y que me dicen, es que siempre probé todo lo que me ofrecieron. R: Me daban de comer de todo, mi papá era muy feliz conmigo cuando pedía caracoles en el Casino Español. Nunca nos limitaron en casa por galletas o dulces. M: Comía en el colegio chucherías (chocolates o galletas) hasta que dejaron de darme dinero para que no me alimentará mal, y funcionó. C: En mi casa se comía de todo y tragábamos chatarras todo el tiempo: no me prohibieron nada. Con el tiempo me dejaron de gustar las cosas dulces y los refrescos. AS: Mis papás intentaban que comiera de todo aunque no siempre lo lograban. Y mi fascinación eran los dulces porque mi bisabuela tenía una tienda y nos dejaba probar. L: Me dejaban comer de todo pero las papitas me hacían un daño terrible por lo que hasta la fecha cada vez que como eso mi mamá sentencia “te vas a enfermar” y se cumple. Si mi mamá no me ve, no me enfermo. También me tenía que esconder de mis hermanos porque los dos son súper tragones. Si descuidaba mis dulces o cualquier cosa comestible, volaban. AV: Sí nos dejaban comer de todo, pero nos restringían los dulces. Los cuales compraba a escondidas, generalmente cuando visitaba a mi abuelita. JAQ: Antojos siempre. 5. Si fueras un dulce de la infancia, ¿cuál serías? J. Había un chocolate que, al menos como lo recuerdo, se llamaba Deviller o De Viller. Era una tableta con distintas figuras geométricas, cada una rellena de un sabor. En el reverso del empaque venían las instrucciones: el cuadrado era pistache, el rombo fresa y así. A mi hermano y a mí se nos hacía la cosa más interesante del mundo. H: Podrían ser dos, siempre me garantizaban una sonrisa. El Duvalín de fresa con vainilla y los muéganos de cine que sí me tocaron. Eran tan duros y al mismo tiempo dulces, se me hacían divertidos y entretenidos. R: Un suave y rosado algodón de azúcar. M: Y de dulces de la infancia en Venezuela había un bocadillo de plátano azucarado (vendría siendo una especie de ate de guayaba pero más seco). C: El TinLarín que, por desgracia, ya no existe. AS: Yo creo que sería el Pulparindo o una paleta de elote cubierta con chile, eran mis favoritos. También podría ser un tapón (malvavisco cubierto con chocolate). L: El Miguelito: dulce, picante y muy ácido. AV:  Había unas paletas que tenían el exterior de caramelo transparente, y en el interior eran como de granulitos de colores que se deshacían en la boca. No eran comerciales. JAQ: Snickers. Carlos en el cuestionario que le envié agregó: “Haré lo posible por responder, pero advierto que no estoy del todo seguro sí recuerdo bien mi infancia o lo que recuerdo es la idea de “infancia” que uno se va construyendo a partir de varios desolvidos y reinvenciones de la memoria”. Ysí, estoy de acuerdo con que nuestros recuerdos no sólo son construidos por nosotros mismos sino por lo que los demás nos cuentan. Hacer memoria y construir esas experiencias iniciales con la alimentación es muy divertido. Ojalá puedas compartirnos las tuyas.

Era una travesura echarle papitas al sándwich escolar. El ritual se repetía cada recreo, hasta que el estómago aguantara. El Boing de triangulito se congelaba y se abría por la esquinita, se le echaba Miguelito de polvo y líquido a los Cazares (gastritis segura) y los raspados de colores radioactivos se antojaban, sobre todo cuando hacía calor (las labios pintados eran delatores). Esas y más combinaciones son una máquina del tiempo para ir a la niñez mexicana.

Generaciones más, generaciones menos. Ser niño te remonta a eso que comías. Decidí preguntarle a Carlos Bautista (@alguiennomas), Julio Martínez Ríos (@MartinezRios), Adriana Vizcaino (@curiogastro), Laurette Flores (@LauretteFloresB), Raquel del Castillo (@Raquel_Pastel), Adriana Silvestre (@eidriana), Jacqueline Benítez (@jmariabenitez), María José Morr (@Majomorr), Hilel Bistre (@bistrebistro) que son varios tragones de diferentes ámbitos profesionales sus memorias comilonas de la infancia.

1. ¿Qué te gustaba comer de niño?

Julio: Milanesas, crema de frijol y agua de limón. Pollo en tomillo. Mi mamá hacía pancita y suadero en ocasiones especiales.

Hilel: Creo que soy raro, pero una sopa agria estilo árabe que hace mi mamá y las milanesas de ternera.

Raquel: Me gustaba el queso derretido, ver cómo se fundía en el sartén o en el micro era muy divertido. Me gustaban los hotcakes que me hacía mi papá los fines de semana, la sopa de conchitas de pasta y el spaguetti que preparaba mi abuela en salsa de jitomate con muuuuucho queso. Era muy esperado en sus cenas de los sábados. Los helados con fruta y los chocolates.

María José: Me encantaban las arepas con mantequilla, queso y aguacate.  Para el colegio por lo general llevas arepas con queso y mantequilla.  Mi mamá me hacía jugo natural de naranja.

Carlos: Recuerdo que me gustaba desayunar y cenar con mi papá: huevos rancheros con mucha salsa picante, quesadillas de harina con jamón y salsa Tabasco, hot dogs con mucha mostaza y malteadas de chocolate.

Adriana Silvestre: Arroz rojo a la mexicana. Mi mamá lo hacía con un chile cuaresmeño que cortaba un poco para que se desjugara así que siempre picaba un poco. También hacía arroz blanco acompañado de rebanadas de plátano macho fritas, a las que les untábamos crema.

Laurette: Mi mamá es gringa así que de sus platillos me encantaba el  mac & cheese y el grilled cheese sandwich.

Adriana Vizcaíno. Me encantaban los chocorroles, el pay de piña de cierta marca muy conocida y los frijoles refritos de mi abuelita.

Jaqueline: Pollo frito, arroz y habichuelas o sándwich cubano (soy de Puerto Rico).

2. ¿Sigue gustándote eso que comías cuando eras pequeño?

J: Muchísimo.

H: Sigo siendo fan de los dos platillos, en especial la sopa.

R: Mucho, me gustaría que mi abuela aún viviera para que me diera sopa de pasta, desde entonces ya no la como con el mismo gusto.

M: Sigo comiendo arepas pero sin mantequilla y de vez en cuando.  Me cuido la alimentación bastante. Ahora mis desayunos son con avena orgánica cruda y yogurt. Muchas verduras y proteína.

C: Claro, de sobra sabes que soy un tragón consumado.

AS: Sí, el arroz en todas sus presentaciones.

L: No, ya no me gusta el mac & cheese (solo el de The Capital Grill) y el grilled cheese sandwich lleva queso amarillo tipo americano que ya no me gusta ni ver.

AV: No, ya no me gusta la comida chatarra. Extraño los frijoles que hacía mi abuelita. Y ahora me descubro comiendo cosas que odiaba de pequeña como el brócoli, las espinacas o la coliflor,  por ejemplo.

JAQ: Sí y no lo como porque no encuentro los elementos para hacerlo como en mi país.

3. ¿Qué llevabas de lunch a la escuela? ¿Te gustaba o eras de los que robaba el sándwich a tus amiguitos?

J: Sándwich diario. Jamón, queso, no le ponían jitomate para que no se humedeciera. Nos daban poco dinero para comprar en la cooperativa escolar. No era un hábito, no se veía como algo necesario. Nunca robé la torta ajena, pero sí participé en intercambios. Eso me hizo entender que había formas distintas de interpretar la misma idea. Ningún sándwich sabía igual. Cada uno era emblema de su propia casa, de su propia cultura.

H: Casi siempre era sándwich de jamón,  queso, mayonesa, mostaza, jitomate y aguacate. Te doy los ingredientes porque  muchos de mis compañeros comían más simples. Aparte dejé de llevar lunch como a mis 10 años.

R: Llevaba jícamas, pepino, zanahoria con chilito y limón, sándwiches y agua de limón o jamaica (que si no me la tomaba se asoleaba y sabía horrible, es un aroma que aún si lo traigo a la memoria me choca). Me gustaba mi lunch, más cuando traía un pequeño postre.

M: No solía robarle la lonchera a nadie.

C: Me ponían, por lo regular, el clásico sándwich de jamón que, o terminabas cambiando por otra cosa o de plano ni te lo comías y aparecía mohoso dos días después en la mochila. Lo más cotizado (en mi generación) eran las marinas de mole o las rebanadas de pastel.

AS: Siempre llevaba un sándwich con mayonesa, mostaza, jamón y queso panela. Yo hubiera preferido una torta de guisado, como de albóndigas con arroz o de huevo con salchicha, pero nunca me robé una, ¡ja!

L: Mi mamá siempre me ponía peanut butter and jelly sándwich. Llegó un punto en el que estaba muy harta de eso y sí le robaba a mis amiguitos.

AV: No recuerdo llevar lunch. Compraba unas papas y refresco con el dinero que me daban mis papás. Y no, nunca me robé el sándwich de mis amigas.

JAQ: Galletas y sándwich. Compraba en la cafetería.

4. ¿Tus papás te daban de comer de todo o comías antojos a escondidas?

J: De todo. Una de sus ideas más bonitas es que una persona educada era la que probaba todos los sabores. Eso me hizo ser un niño gordito en sexto de primaria. El metabolismo adolescente me rescató.

H: Mis papas siempre me dieron de comer, lo que recuerdo y que me dicen, es que siempre probé todo lo que me ofrecieron.

R: Me daban de comer de todo, mi papá era muy feliz conmigo cuando pedía caracoles en el Casino Español. Nunca nos limitaron en casa por galletas o dulces.

M: Comía en el colegio chucherías (chocolates o galletas) hasta que dejaron de darme dinero para que no me alimentará mal, y funcionó.

C: En mi casa se comía de todo y tragábamos chatarras todo el tiempo: no me prohibieron nada. Con el tiempo me dejaron de gustar las cosas dulces y los refrescos.

AS: Mis papás intentaban que comiera de todo aunque no siempre lo lograban. Y mi fascinación eran los dulces porque mi bisabuela tenía una tienda y nos dejaba probar.

L: Me dejaban comer de todo pero las papitas me hacían un daño terrible por lo que hasta la fecha cada vez que como eso mi mamá sentencia “te vas a enfermar” y se cumple. Si mi mamá no me ve, no me enfermo. También me tenía que esconder de mis hermanos porque los dos son súper tragones. Si descuidaba mis dulces o cualquier cosa comestible, volaban.

AV: Sí nos dejaban comer de todo, pero nos restringían los dulces. Los cuales compraba a escondidas, generalmente cuando visitaba a mi abuelita.

JAQ: Antojos siempre.

5. Si fueras un dulce de la infancia, ¿cuál serías?

J. Había un chocolate que, al menos como lo recuerdo, se llamaba Deviller o De Viller. Era una tableta con distintas figuras geométricas, cada una rellena de un sabor. En el reverso del empaque venían las instrucciones: el cuadrado era pistache, el rombo fresa y así. A mi hermano y a mí se nos hacía la cosa más interesante del mundo.

H: Podrían ser dos, siempre me garantizaban una sonrisa. El Duvalín de fresa con vainilla y los muéganos de cine que sí me tocaron. Eran tan duros y al mismo tiempo dulces, se me hacían divertidos y entretenidos.

R: Un suave y rosado algodón de azúcar.

M: Y de dulces de la infancia en Venezuela había un bocadillo de plátano azucarado (vendría siendo una especie de ate de guayaba pero más seco).

C: El TinLarín que, por desgracia, ya no existe.

AS: Yo creo que sería el Pulparindo o una paleta de elote cubierta con chile, eran mis favoritos. También podría ser un tapón (malvavisco cubierto con chocolate).

L: El Miguelito: dulce, picante y muy ácido.

AV:  Había unas paletas que tenían el exterior de caramelo transparente, y en el interior eran como de granulitos de colores que se deshacían en la boca. No eran comerciales.

JAQ: Snickers.

Carlos en el cuestionario que le envié agregó: “Haré lo posible por responder, pero advierto que no estoy del todo seguro sí recuerdo bien mi infancia o lo que recuerdo es la idea de “infancia” que uno se va construyendo a partir de varios desolvidos y reinvenciones de la memoria”. Ysí, estoy de acuerdo con que nuestros recuerdos no sólo son construidos por nosotros mismos sino por lo que los demás nos cuentan. Hacer memoria y construir esas experiencias iniciales con la alimentación es muy divertido. Ojalá puedas compartirnos las tuyas.



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